miércoles, 10 de diciembre de 2008

Leer: Libros viajeros... en el metro


Hace un tiempo, una de esas ciudades que apabulla por sus cifras, México D.F., inició un plan de fomento de la lectura en el transporte público. Sus habitantes pueden escoger entre una serie de obras de autores nacionales para que sus libros les acompañen durante el trayecto en metro hasta sus destinos. Los ejemplares tienen que ser dejados a la salida, como el tiempo que ya no es perdido.

Son muchos los que dedican cerca de tres horas diarias para trasladarse a su puesto de trabajo y de ahí a suscasas, lo cual, haciendo un cálculo rápido, supone unos treinta días completos al cabo de un año. ¡¡¡Un mes!!!

Es cierto que el metro es uno de los pocos lugares extra-literarios en los que más gente se ve leyendo, y puede resultar bastante representativo para calibrar el tipo de lectura que está en auge en cada momento. Más allá de modas ―que en el transporte son llamativas―, hay quien opina que la gente suele optar por obras ligeras porque determinados libros, los de enjundia, no se pueden leer de pie, atosigado por el codo del que no tiene dónde ponerlo mejor que tu espalda, y esperando a la «próxima estación…». Pero sí es posible, es cuestión de «gimnasia».

No hace falta ser brahmán, asceta, hacer ejercicios de meditación ni llegar al karma, sólo un poco de concentración añadida para superar las circunstancias, véase: audífonos atronadores de ruidos metálicos que determinados jóvenes tienen el gusto de compartir con el resto del vagón, conversaciones en medio del aplastamiento de hora punta de personas que comparten sus peores intenciones para el fin de semana, discusiones por la legitimidad con las que algunos piensan que poseen las escrituras de propiedad de un asiento, olores varios, el último pisotón en el día que decidiste inaugurar la temporada veraniega con unas sandalias que dejaban al aire ―y en peligro― los dedos de los pies… El encanto del metro.

Pero ya que nos vemos obligados a semejante tiranía cosmopolita, y con un poco de entrenamiento, qué mejor que evaporarse en las letras y recuperar el tiempo perdido. Es posible ganar en todo ello: transformar tres horas de transporte en tres horas de literatura. Haciendo un cálculo rápido, son treinta días completos de lectura al año, ¡¡¡un mes!!!, por lo menos y parar que no nos sintamos que nos están robando un trozo de vida.

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